domingo, 14 de noviembre de 2010

TEMPLO DE VESTA

Situado al sur de la Vía Sacra, su aspecto actual se debe a la reconstrucción ordenada por la esposa de Septimio Severo, Julia Domna.

De planta circular, está formado por una cela de veinte columnas corintias y está levantada sobre un podio revestido de mármol con un diámetro de 15 metros. 
Vesta, la diosa del hogar, era venerada en el ámbito doméstico y se le rendía culto en familia. El santuario público más importante dedicado a esta diosa era el templo de Vesta en el foro romano que albergaba las brasas del fuego sagrado, que según se decía había sido llevado por Eneas desde Troya, junto con el Paladium, una estatua de madera que representaba a Minerva. 

Uno de los templos más antiguos y más importantes de la ciudad era el símbolo de la seguridad de la ciudad, y estaba custodiado permanentemente por 6 vírgenes vestales que tenían la obligación de mantener el fuego encendido permanentemente. Se creía que si un día se apagara el fuego un gran desastre caería sobre la ciudad, cuando esto sucedía a algunas de las vestales eran castigadas con latigazos. Pero a las que no se mantuvieran castas durante su sacerdocio les esperaban castigos peores, ya que eran enterradas vivas (en los 1.000 años de historia del templo solo sucedió 18 veces), el motivo de que fueran enterradas vivas es que no podía derramarse la sangre de una virgen vestal. 

Estas sacerdotisas llamadas vestales al principio eran cuatro, seleccionadas por el rey de Roma posteriormente pasaron a ser 6 y eran seleccionadas por el pontifex maximus entre las familias aristocráticas, no tenían que tener ningún defecto físico o psíquico y ser hijas de ciudadanos itálicos nacidos libres y que aún vivieran.

Una vez seleccionadas a la edad de 6 a 10 años, servían durante periodos de treinta años sometidas a severas reglas, estos 30 años se dividían en los 10 primeros, aprendiendo, los 10 siguientes desempeñando funciones en el templo y los últimos diez enseñando. Durante su sacerdocio recibían muchos honores y privilegios, y se les entregaban los testamentos para su custodia en la casa de las Vestales cerca del foro.
Pasado los treinta años las vírgenes vestales quedaban en libertad para contraer matrimonio, aunque eran pocas las que se casaban. A la cabeza de las vírgenes vestales estaba la Vestal Maxima, responsable del resto de las vestales. A principios de junio de cada año se celebraban fiestas en honor de Vesta, llamadas Vestalia.

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