El templo de Júpiter Capitolino estaba dedicado a Júpiter Optimus Maximus, junto a las otras dos divinidades de la tríada capitolina: Juno y Minerva.
La construcción fue iniciada por Tarquinio Prisco y terminada por el último rey de Roma: Tarquinio el Soberbio. Aunque para su inauguración hubo que esperar hasta el inicio de la República en el año 509 a.C.
El templo se erguía sobre podio elevado y se accedía a él por una escalinata desde la parte delantera. Tenía que estar rodeado por una serie de columnas en tres lados y con otras dos hileras de columnas colocadas en línea con las de la fachada en el profundo pronaos que precedía las tres celdas, la central más ancha que las otras siguiendo los cánones del templo tuscánico.
Los restos de los cimientos y del podio, aún conservados en gran parte bajo el Palacio Caffarelli, están constituidos de enormes estructuras de muros paralelas a bloques de piedra y permiten imaginar la gran extensión del basamento del templo (aprox. 55 x 60 m).
Los restos de los cimientos y del podio, aún conservados en gran parte bajo el Palacio Caffarelli, están constituidos de enormes estructuras de muros paralelas a bloques de piedra y permiten imaginar la gran extensión del basamento del templo (aprox. 55 x 60 m).
Sobre el techo hubo una grandiosa cuadriga de terracota realizada por el artista etrusco Vulca de Veio en el siglo VI a.C. encargada por Tarquinio el Soberbio y sustituida a principios del siglo III a.C. por una de bronce.
Tras quedar arrasado por los violentos incendios de 83 a.C., 69 d.C. y 80 d.C. el templo fue reconstruido con mármol.
En la gran plaza delantera (Área Capitolina) se hallaban numerosos templos de divinidades menores y otros edificios sagrados, además de estatuas y trofeos.
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